Pedro A. Mora
Eran tiempos de transición, de incertidumbre, de desconcierto político. El Rey había asumido la Jefatura del Estado. La ley de Arias Navarro no convencía a nadie; aquello era un lavado de imagen, “Que todo cambie para que todo siga igual”.
Los partidos democráticos en la sombra, estaban a la expectativa de ser legalizados. Lo que se ofrecía era la misma política dictatorial. Un ejemplo de aquella Ley, estaba en la ansiada política municipal: se podría renovar a los alcaldes pero le elegirían los concejales en activo. Otras opciones podían ser por una Asociación Política, por el 10% del censo electoral o por la firma de tres concejales que hubieran ejercido el cargo. ¿Quién estaría en disposición de conseguir cualquiera de aquellos supuestos yendo por libre, en un pueblo como el nuestro…? La tentativa de presentar la candidatura a aquellos “sufragios” se esfumó. Sirvió eso sí, para que supieran que estábamos aquí y dispuestos.
Con las debidas precauciones, intentamos dar a conocer al pueblo nuestras inquietudes democráticas desde otros ámbitos. Algunos nos movíamos en las actividades eclesiásticas, en la Parroquia, Semana Santa, Catequesis, Junior; otros en actividades culturales como el teatro, festivales, equipo de futbol… Y decidimos llevar a cabo una Asociación Vecinal.
Aquello ya no se podía debatir en la sacristía. Trasladamos las reuniones a la “Sede Social” sita en la C/ Canal, nº 2- piso 2º. Había un inconveniente, la ley prohibía las reuniones de más de 20 personas.
Al principio no había problemas pero aquello se fue incrementado y cuando se cubría el cupo si llamaban a la puerta, los últimos tenían que esconderse debajo de las camas. ¡Verdad! Por allí pasaron representantes de la Iglesia, sindicalistas, periodistas, diputados electos que apoyaban nuestras propuestas municipales con sus consejos y planteamientos democráticos.

Allí se forjó en primer lugar la Asociación de Vecinos Por el Bien Social y la Cultura de Fuentidueña. Así la presentamos en el Registro de Asociaciones asesorados por el abogado Baldomero Lozano. A ese Departamento fuimos citados, no sin antes tener que pasar por el despacho del Gobernador Civil, entonces J. José Rosón. En esos años si te llamara el Gobernador era motivo de “acongoje”. Mira que lo pasamos mal comentando la conveniencia o no del nombre si queríamos que se legalizara. Fue tajante el Gobernador. Teníamos que cambiar el nombre. Leandro y yo salimos del Gobierno Civil de la Calle Mayor “zumbando” y eso sí, bastante preocupados porque el Gobernador nos dio puntual información de cuándo y dónde nos reuníamos y casi quienes asistíamos. “Teníamos infiltrados, traidoras gargantas profundas”. El sargento de la Benemérita tenía información puntual; aunque tratábamos de tener el más estricto sigilo se nos introdujeron. Si los “interdictos” leen, este escrito asumirán en la intimidad su “mea culpa”. Sabiendo a ciencia cierta quienes eran “los cuerpos del delito” nunca se usó el dedo acusador, ni entonces, ni ahora.
Por un tiempo suspendimos aquellas reuniones solo asistiendo algunos para orientarnos a aquellos plenos insulsos del sí, sin debate. Hasta que se legalizaron los partidos políticos, teníamos nuestros consejeros y asesores y la necesidad de formar una Agrupación. Yo ya me había afiliado en la FSM de la mano de Salvador González y el aval de Juan Barranco. Algunos estaban dispuestos a formar parte del PSOE local; teníamos necesidad de un local para la Sede Social. Un día me abordó mi vecino de la Colonia San Andrés, Mariano Terrés: “Me dicen que estáis buscando local para el Partido. Yo tengo la vivienda del Sepulcro si os vale esa… Toma la llave y disponed de ella hasta que queráis o encontréis algo mejor. Además apúntame al Partido. ¿Cuánto es la cuota?
Aquello me emocionó igual que cuando se lo conté a los que componíamos aquel grupo de interés por dar a Fuentidueña un giro en la vida social y política fundando la Agrupación.
Ya no teníamos que escondernos y dimos puntual información pública de nuestros quehaceres políticos y sociales. Asistíamos sin temor a los plenos, propusimos ser miembros de la Comisión de Festejos, por primera vez se eligieron Reina y Damas por votación popular en la Verbena de la Plaza. Organizamos verbenas y los toros. Con aquellas y otras actuaciones intentaban las “fuerzas vivas” darnos cancha, conformarnos.
Nuestras aspiraciones estaban claras, queríamos presentarnos a las Elecciones Municipales cuando se convocaran. Ya se habían celebrado las Elecciones Generales, a las Cortes Generales que daban paso a la Democracia, a la participación política. Desde aquel momento empezamos a elaborar nuestro Plan Municipal reflejando las necesidades en Nuestro Pueblo.
Nos acogimos a la nueva política de Igualdad, Justicia y Libertad; nos documentamos concienzudamente de la historia del Partido, de los estatutos asistiendo a Escuelas de Formación del PSOE y UGT. Cuando tuvimos los suficientes afiliados solicitamos la inscripción como Agrupación para formar parte de la FSM-PSOE. Desde la Ejecutiva nos trasmitieron que la Agrupación Socialista y la Sección Sindical ya figuraban en los archivos del Partido desde el año 1937 algo que nos llenó de satisfacción. Solicitamos del archivo del Partido el acta de aquella primera histórica fundación, al tiempo que solicitábamos la refundación a la Nueva Ejecutiva en la Federación Socialista Madrileña. Llegó el día que quedara para la historia el Siete del Siete del 7 del Setenta y Siete. La Refundación se llevó a cabo en la sede del piso que nos alquiló Emilio Izquierdo en la C/ Encomienda nº 2. A tal acto asistieron varios miembros de la Ejecutiva del Partido que en sus intervenciones nos dieron su apoyo y colaboración. Con el piso abarrotado degustamos bollos y pastas que nos ofrecieron nuestras militantes y simpatizantes además de una fresquita y típica limonada.
Desde allí comenzamos a trabajar en lo que han sido estos cuarenta y cinco años