J. Alonso. Fte: Revista Oxígeno
Cada camino tiene su historia escrita con las huellas y vivencias de los viajeros, comerciantes, peregrinos, vagabundos, pastores trashumantes o nómadas de alma errante que durante siglos han vivido cada etapa de esa historia, llenando de hitos, tradiciones y recuerdos las cunetas de cientos de kilómetros que han sido la línea de comunicación de pueblos, culturas, épocas y hasta de imperios. Algunos caminos son de paso, aparecen hacia un destino concreto y cuando pierden interés desaparecen y caen en el olvido. Los caminos valiosos son los que perduran en el tiempo, los que merece la pena seguir recorriendo, aunque sea por una intención diferente a la que fueron creados, son caminos universales que se adaptan a las nuevas tendencias viajeras y siguen ofreciendo experiencias interesantes.
Las viejas cañadas mesteñas fueron las autopistas de comunicación que atravesaban la península ibérica desde las serranías y los páramos de la mitad norte, los Pirineos, el Sistema Ibérico y la Cordillera Cantábrica hasta los cálidos pastos de invierno de Extremadura y Andalucía. La finalidad de las vías pecuarias era el movimiento de los ganados trashumantes pero con los rebaños y los pastores también viajaron durante más de cinco siglos noticias, costumbres y pensamientos que hicieron de la ganadería y el comercio de la lana, con todos sus derivados, un recurso económico de primer nivel. La Cañada Real Soriana Oriental es una de las nuevas cañadas principales establecidas por el Concejo de la Mesta, y también la más larga, en total tiene más de 800 kilómetros entre los montes de la comarca soriana de Tierras Altas y la ciudad de Sevilla.
Los pueblos de Yanguas y Oncala (“on” bueno y “cala” pasto), donde nace la cañada, muestran la grandeza económica y social alcanzada durante la época de la trashumancia y el comercio de los grandes rebaños de ovejas merinas en las casas señoriales de los siglos XVI, XVII y XVIII, los puentes medievales construidos para el paso de los rebaños, el paisaje, las tradiciones y una cultura rural cultivada durante siglos de aventuras mesteñas por las viejas cañadas reales. El sector madrileño de la Cañada Real Soriana Oriental ha sido incluido en la red de Caminos Naturales y es una magnífica oportunidad para una apacible experiencia cicloturista, tiene 40 kilómetros de recorrido lineal y es perfectamente apto para bicicleta de montaña o gravel, el suelo está bien acondicionado con firme de tierra compactada o gravilla.

Brea de Tajo
Kilómetro 0
El inicio del Camino Natural está en el límite provincial de Madrid y Guadalajara, en medio del campo, y para iniciar el viaje cicloturista la mejor opción es salir del pueblo de Brea de Tajo por el camino rural de la Ruta de las Campillas. En el centro del pueblo se toma la M-221 hacia Driebes, girando por la última calle de la izquierda hacia el cementerio. En la salida de la población aparece un cruce con el panel informativo de la Ruta de las Campillas y otros itinerarios senderistas locales. El camino asciende por una vega agrícola hasta el límite municipal, donde cruza la Cañada Real Soriana Oriental. El cartel de inicio del Camino Natural no está exactamente en el cruce, hay que girar hacia la izquierda y subir un pequeño repecho para ver el panel informativo.
El paisaje es un sugerente horizonte de colinas agrícolas de arcillas rojas y grises dedicadas al cultivo de cereal mezcladas con los montes pardos de coscojas y encinas habituales en estos montes esteparios del sureste madrileño. En la primera bajada aparecen las ruinas del Chozo del Callejón en un campo labrado de la izquierda. Los viejos muros de piedra están solitarios y aislados, una melancólica evocación de los antiguos chozos pastoriles que llenaban las cunetas de las grandes rutas trashumantes y eran fundamentales para la asistencia y supervivencia de los rebaños durante la aventura trashumante. El camino actual de la cañada real es una pista de tierra apta para vehículos de campo y ciclistas pero se puede apreciar el ancho original de la vía pecuaria entre los cultivos ocupada por tierra yerma sin cultivar, un franja de 90 varas castellanas (75 metros), que era el ancho oficial de las cañadas reales.
La Cañada Real Soriana Oriental recorre el norte del municipio de Brea de Tajo por un paisaje de cultivos y dehesas de encinas con abundantes rodales de coscojas y quejigos, componiendo un territorio de gran calidad ambiental de cerros ocres y rojos poblados por algunos ejemplares centenarios. El trazado de la vía pecuaria está integrado en varias rutas senderistas locales, cuenta con áreas de descanso, punto de interés con paneles interpretativos y varias cabañas de la época de la Mesta usadas por los pastores durante los largos viajes trashumantes. En la cuneta del camino aparece la Cabaña del Quiñonero, que ha sido rehabilitada y muestra los principales elementos de las construcciones pastoriles, con un planta cubierta por bóveda cónica y otra estancia rectangular que servía para guardar ganado.
El camino atraviesa la carretera de Orusco de Tajuña y entra en un terreno de toboganes poblado por densos bosques de encinas y quejigos de porte monumental en el monte El Robledal. En una de las vaguadas aparece el Pozo de la Yesera, un antiguo pozo tradicional usado como descansadero. Y poco después, al final del siguiente repecho, están los viejos Corrales del Calero, como centinelas en la cumbre de una colina solitaria adornada con un vetusto almendro. En bicicleta el camino pasa rápido, atraviesa el Cordel de las Merinas y enseguida se cruza la carretera de Carabaña y la Vía Verde del Tren de los 40 Días. En el cruce hay una pequeña zona de descanso y un panel informativo. El Tren de los 40 Días fue una línea ferroviaria militar construida durante la Guerra Civil en 40 días apara abastecer a las tropas republicanas que luchaban en los frentes de la ciudad de Madrid.
Fuentidueña de Tajo
Kilómetro 30
En los páramos cerealistas de Valdaracete comienza una llamativa travesía hacia el río Tajo por un curioso paisaje de cerros arcillosos y margas blanquecinas de ambiente desértico y estepario, especialmente en los duros toboganes del Cerro de la Muela donde predominan las cárcavas yesíferas que pueden ser un infierno para pedalear los días de lluvia. La sensación de estar navegando en bicicleta por latitudes lejanas y exóticas termina cuando el camino sale de la vega del arroyo del Valle, pasa por el túnel de la A-3 y entra en Fuentidueña de Tajo. Las ruinas del castillo marcan la estratégica posición de la población en la orilla del río. En la subida hacia la vieja fortaleza está la Fuente de la Dueña o Fuente Salobre, es un pilón de piedra caliza reconstruido en el siglo XIX que constituye un eslabón calve en los cimientos históricos de la población. La “dueña” de la fuente y responsable del nombre de Fuentidueña fue Doña Urraca, señora del castillo durante una temporada, llamado antiguamente de Santiago y conocido popularmente como Torre de Piquillos, unas pocas ruinas sobre el cerro donde brota el manantial. La vieja atalaya, la fuente, la iglesia de San Andrés y la plaza de la Constitución, donde está la Torre del Reloj, componen un valioso conjunto patrimonial en uno de los pasos más importantes de la Cañada Real Soriana Oriental por la comarca madrileña de Las Vegas.
La vía pecuaria cruza el Camino Natural del Tajo, atraviesa el pueblo hasta la orilla del Tajo y pasa el río por un histórico puente de hierro del siglo XIX. El puente del Tajo es una magnífica obra de ingeniería civil inaugurada en el año 1867. El diseñador del proyecto fue el arquitecto José de Echevarría, que buscó colaboradores en Francia dentro del equipo de Eiffiel y eligió el hierro para levantar un sólido puente en un paso fundamental de la vega del Tajo, en el tránsito de la Cañada Real Soriana Oriental y el Camino Real de Valencia, un antiguo Camino de Postas y ruta de campesinos y mercaderes desde la Alta Edad Media. El primer medio mecánico para salvar el cauce del Tajo fue una barca de maroma, sustituida por un puente de cuerda que pudiese soportar las imprevistas crecidas, pero fue destruido por las tropas del general Prim a mediados del siglo XIX. En las inmediaciones del puente está la zona recreativa de La Tejera, con arbolado ribereño y playas fluviales.
El tramo final es la parte más dura del Camino Natural. La ruta cruza el río y sigue un par de kilómetros por la orilla del Tajo, disfrutando la agradable compañía de un meandro del río que era un descansadero habitual de los rebaños durante sus viajes trashumantes por los paisajes de media España. La pista de tierra se aleja finalmente del río, pasa el barranco del arroyo de Fuentemaría y comienza el primer repecho por la ladera del cerro donde está la ermita de la Virgen de Alarilla, una colina estratégica ocupada en otros tiempos por una torre de vigilancia en la antigua frontera entre árabes y cristianos. El desvío merece la pena para disfrutar las vistas de la inmensa vega del Tajo.

Los hitos del Camino Natural siguen por la pista principal y se hunden de nuevo entre colinas de espartos y cerros esteparios al arroyo de las Higuerillas, salvan una nueva cuesta y caen al cañón del arroyo de Vallehermoso. La salida del barranco es un muro bastante empinado por una pista de tierra de firme impecable y finalmente aparece el cartel del final del Camino Natural en el límite con la provincia de Toledo. La cañada real continúa hacia Santa Cruz de la Zarza. El viaje por la antigua cañada mesteña termina en este punto, a unos 40 kilómetros de la salida en Brea de Tajo. La opción más cómoda y rápida de vuelta sigue por la cañada real 700 metros, girando hacia la izquierda por un camino rural que baja al arroyo de Vallehermoso. En otros 4 kilómetros el camino termina en la carretera de Zarza de Tajo a Estremera y girando a la izquierda, sin dejar esta carretera, se llega hasta Brea de Teja en 22 kilómetros