Fte: turismo@ayto-villarejodesalvanes.es y Batalla de Lepanto de José Aparici.
El 7 de octubre de 1571 tuvo lugar, según narran las crónicas de la época, “la mejor ocasión que vieron los siglos”. Se trataba de la Batalla del golfo de Patras, cerca de la ciudad griega de Naupacto, Lepanto en italiano. Con este nombre se conoce el acontecimiento naval que marcó una época.
El responsable de la Batalla fue el Generalísimo D. Juan de Austria, Hermano del Rey Felipe II. En uno de sus barcos viajaba Carralero, un vecino de Fuentidueña que volvió triunfador de la contienda y que fue reconocido por su valentía por el mismísimo D. Juan de Austria, quien le otorgó y concedió las armas de su escudo, el que desde entonces luce en una de las fachadas de la ahora Plaza de la Constitución de Fuentidueña.
Nuestro Carralero luchó a las órdenes de D. Juan de Austria, a quien apodaban “Jeromín”, y quien tenía como Lugarteniente a Luis de Requeséns, el Comendador Mayor de Castilla. Fuentidueña era parte de la Encomienda Mayor de Castilla, ligada a la Orden de Santiago; se buscaron soldados para la Batalla y Carralero fue requerido por el Comendador para luchar junto a él. Una vez pasada la contienda y volviendo victoriosos de aquel lejano Golfo de Lepanto, el fuentidueñero fue llamado ya Capitán Carralero.
En 2021, año en el que se conmemoraron los 450 años de la Batalla de Lepanto, un ancla situada en el “Mirador del Risco” de Fuentidueña recuerda la vinculación del municipio con aquel acontecimiento bélico a través del valiente paisano Capitán Carralero.
Aquel 7 de octubre de 1571 se enfrentaban de un lado la armada del Imperio otomano al mando de Alí Bajá con 210 galeras, 87 galeotas y 120.000 hombres de los que murieron unos 30 000. En el otro bando estaba la coalición católica organizada por el papa Pío V, llamada Liga Santa, formada por el Imperio español, los Estados Pontificios, la República de Venecia, la Orden de Malta, la República de Génova y el Ducado de Saboya al mando de D. Juan de Austria. Se componía de 212 galeras, 100 naves y 57.770 soldados de los que 7.600 causaron baja.
Las fuerzas otomanas navegaban hacia el oeste desde su estación naval en Lepanto cuando se encontraron con la flota de la Liga Santa que navegaba hacia el este desde Sicilia. El Imperio español y la República veneciana eran las principales potencias de la coalición, ya que la liga estaba financiada en gran parte por Felipe II de España, y Venecia era el principal contribuyente de barcos.
Los católicos, liderados por Juan de Austria, resultaron victoriosos. Se frenó así el expansionismo otomano en el Mediterráneo oriental durante algunas décadas y se provocó que los corsarios aliados de los otomanos abandonaran sus ataques y expansiones hacia el Mediterráneo occidental.
En la historia de la guerra naval, Lepanto marca el último gran enfrentamiento en el mundo occidental que se libró casi en su totalidad entre naves de remo, específicamente las galeras y galeazas que eran descendientes directas de los antiguos barcos de guerra trirreme. La batalla fue en esencia una «batalla de infantería sobre plataformas flotantes». Fue la mayor batalla naval de la historia occidental desde la antigüedad clásica. En ella participaron más de 400 barcos de guerra.
La victoria de la Liga Santa fue de gran importancia en la historia de Europa y del Imperio Otomano, ya que marcó el punto de inflexión de la expansión militar otomana en el Mediterráneo. El Papa Pío V instituyó la fiesta de Nuestra Señora de la Victoria, y Felipe II de España utilizó la victoria para reforzar su posición como «Rey Católico» y defensor de la cristiandad contra la incursión musulmana.
Más que una victoria militar, Lepanto fue una victoria moral. Durante décadas, los turcos otomanos habían aterrorizado a Europa, y las victorias del Sultán Selí II provocaron una gran preocupación en la Europa cristiana. La derrota en Lepanto fue el triunfo del catolicismo sobre la religión musulmana.
En esta batalla participó el escritor Miguel de Cervantes, que resultó herido perdiendo movilidad de su mano izquierda, de ahí el sobrenombre de «manco de Lepanto». Este escritor, orgulloso de haber combatido allí, la calificó como «la más memorable y alta ocasión que vieron los pasados siglos, ni esperan ver los venideros» e introdujo la historia en el Quijote, a través de la narración del cautivo, como típica obra de literatura de frontera.
La Batalla de Lepanto fue un hecho decisivo para la historia mundial, para la cristiandad y para España. También lo fue para Villarejo de Salvanés y la comarca. Uno de los Lugartenientes de D. Juan de Austria fue Luis de Requeséns, amigo de Felipe II y Comendador de la Encomienda Mayor de Castilla que tenía su sede en Villarejo de Salvanés. Allí pasaba largas temporadas el Lugarteniente que prometió construir una iglesia dedicada a la Virgen si ganaban la Batalla.
La victoria fue atribuida a la Virgen del Rosario por haberse celebrado el primer domingo de octubre. El Papa Pío V conocedor de la promesa de Luis de Requeséns regaló la imagen de la Virgen al soldado y la mandó desde el Vaticano a Villarejo. La imagen viajó por mar y después por tierra en una carroza tirada por bueyes por el Camino Real de Valencia custodiada por 13 frailes. Y así, desde 1573 la imagen de la Virgen se convirtió en la Patrona de Villarejo, desde entonces venerada como Virgen de la Victoria de la Batalla de Lepanto
+INFO en https://youtu.be/n32ddwWcW1c