Esteban Garcia
Una mirada a Ucrania, alrededores; y de reojo, a mi alrededor y dentro de mi.
Veo, veo… una tierra, en límite con nuestra Europa, que fue perteneciente a la Antigua Unión Soviética-casi su centro y fundadora, a pesar de estar en su esquina-, poblada hoy de gente que quiere sentirse libre, junto a otras que añoran su cercano pasado… Y donde unos y otros, aprender a caminar juntos, mientras otros ponen palos en las ruedas.
Veo, veo… casas, pueblos y ciudades, escuelas, centros de convivencia, fábricas, y gente pacífica y esperanzada en prosperar, y allí afincada… Y la cercanía de aviones militares, trenes abarrotados de hombres y máquinas de guerra que se acercan, que se instalan, que se ejercitan para la guerra, mientras dicen estar de paso.
Veo, veo… Rostros desnudados, pálidos, miradas perdidas, gestos de extrema preocupación, de miedo… Y muchas armas en funcionamiento, disparos, estallidos y señales de abrasamiento de destrucción de la paz y la vida del campo, de la mar, del cielo; pero… ¡es un entrenamiento!
Veo, veo,… en la lejanía, nerviosismo, preocupación, hasta un pelín de miedo; y reuniones, muchas reuniones, y parloteo, y chismorrero, y disposiciones, y sanciones, sin cuento… Y allí, en el entorno, temores, preocupaciones junto a ánimos para armarse, defenderse hasta con las uñas defenderse-por “el por si acaso”, de lo que de veras es cierto.
Veo, veo… lo no deseado, pero si esperado, es cierto. En plena noche aviones en el cielo, lanzaderas en la tierra, estallidos, luminarias, humo densos y alto, y destrucción calculada, de pista, principales centros; y tropas invadiendo calles con máquinas de guerra estratégicamente en funcionamiento… Y por las calles y en las casas, gente despavorida, sin rumbo, buscando cobijo y seguridad en el metro-casi secular aislamiento-; calles vacías, y muertos ¡ya muertos! Soldados… y niños. Y lágrimas de acianos, temblores de adultos, miedo en los niños; y oración, plegarias confiadas en el Eterno.
Veo, veo,… de la noche al día, abrasamiento, conquista, alegría… ¡en ellos!¡Ya todo es nuestro! Hemos vencido a una oposición de niños, mujeres y ancianos, armados (valga la comparación) con ondas y tirachinas… Y tropas bien armadas, recientemente ejercitadas, instalada en la capital, en las grandes ciudades, en lugares estratégicos frente a los centros que fueron símbolos de libertad, de progreso, del estado forjado paso a paso, día a día, de esperanzas y trabajos sin medida.
Veo, veo,… la paz a lo lejos, armas convertidas en herramientas de progreso…
Y ánimos de liderazgo imperial truncados en servicio generoso a los más débiles…
Y un cambio en nuestras vidas en la manera de sentir, pensar y de actuar más fraterno…
Y eso se, debe ser, cada día en le hogar, en el barrio, es la escuela, en el trabajo, en la ciudad,… ¡aquí, en el corazón y en la cabeza…! ¡Aquí, en mi dentro! Y rezo por ello.