El Hilado del Esparto, un modo de subsistencia de la Comarca hasta los años 60

Luis M. González.
Fte: BOCM Nº 128 -30 mayo 2025-.

El Consejo de Gobierno de la Comunidad de Madrid aprobó el pasado 28 de mayo de 2025 el Decreto 32/2025, por el que se declara el Hilado Tradicional del Esparto como Bien de Interés Cultural (BIC) en la categoría de patrimonio inmaterial. La decisión, publicada en el Boletín Oficial de la Comunidad de Madrid, supone un reconocimiento histórico Colmenar de Oreja, Estremera, Fuentidueña de Tajo, Valdaracete o Villarejo de Salvanés, uno de los grandes centros esparteros de la región. En estos municipios el hilado tradicional del esparto fue uno de sus principales modos de subsistencia hasta los años 60.
El uso del esparto hilado ha sido algo constante a lo largo de la historia, pero en la Comunidad de Madrid destaca entre las poblaciones del sudeste madrileño y proviene de una antigua tradición que aprovecha la abundancia de plantas productoras de esta fibra vegetal en los cerros del entorno. La fibra de esparto se extrae de dos plantas diferentes: la atocha (esparto fino) y el albardín (esparto basto) del área del sureste de la Comunidad de Madrid, donde se puede recolectar fácilmente esta materia prima.
En la Comunidad de Madrid hay yacimientos donde el uso de cuerdas y productos de esparto se interpreta como algo cotidiano en las sociedades desde época calcolítica como El Ventorro (Villaverde Bajo) o Las Salinas de Espartinas (Ciempozuelos), de la Edad del Bronce.


Las referencias sobre la industria de sogas de esparto son explícitas a partir del siglo XVIII. En el siglo XIX surgieron las fábricas de esparto en varias localidades, hasta llegar a existir 31 esparterías en el siglo XX en Madrid, 11 de ellas en la capital. La documentación histórica nos habla de sogueros de esparto en Colmenar de Oreja, Estremera, Fuentidueña de Tajo, Valdaracete o Villarejo de Salvanés. En Madrid, el gremio de esparteros-estereros hacía sogas y ataderos. En Brea de Tajo se especializaron en sogas; en Fuentidueña producían principalmente maromas y sogas, carreteras y novilleras; en Villarejo de Salvanés, sobrecargas, maromillas y cuerdas. De acuerdo con la demanda y la capacidad de producción podía ser hilado artesanal o industrial. En el artesanal, se machaca el manojo de esparto con una maza tras su recolección, golpeándolo sobre una lancha de piedra, se humedecía y sujetándolo bajo el brazo se iban extrayendo fibras, doblándolas y frotándolas. El cordón que se iba formando recibía el nombre de niñuelo. Se utilizaban lanchas de machacar, aspas (también llamadas localmente ordeones) y otros utensilios como los cajones de fabricar estropajos. En el industrial se utilizaba una rueda de hilar accionada por un operario o menador, mientras otros dos se ocupan de las fibras. Los hiladores se colocaban el esparto rastrillado sobre el pecho, sosteniéndolo con un arnés de cuerda a modo de tirantes. En este tipo de hilado se utilizaban además rastrillos de púas, bandas de mazos, tornos de corchar y tornos de embobinar, así como dispositivosmás simples como astas, ferretes o gabias.
La Encyclopedia Metódica de 1770 describe la manera manual de hilar los espartos, que no difiere mucho de aquella que siguen manteniendo en la actualidad algunos miembros de las comunidades portadoras contemporáneas, salvo en lo relativo a la preparación de las fibras.
En el siglo XIX, comienzan a surgir las fábricas de esparto en varias de estas localidades hasta llegar a existir 31 esparterías en el siglo XX en Madrid, once de ellas en la capital. El Servicio del Esparto, entre 1948-1959, tuteló todas las actividades mercantiles en torno a la explotación y la transformación del esparto, significando un auténtico revulsivo para el sector.
Desde la década de los 50, la mecanización del trabajo del campo, la modernización de la edificación y la generalización del uso de las fibras sintéticas provocaron el hundimiento paulatino y generalizado de la industria manufacturera espartera y el cierre de las factorías madrileñas.
Desde la década de los 80, el hilado tradicional del esparto sólo se practica en Madrid de forma residual. Las comunidades portadoras, formadas por personas en su mayoría de avanzada edad, ejercen diversas actividades centradas en la conmemoración del oficio y en la transmisión de conocimientos para evitar su desaparición.
La técnica tradicional del hilado del esparto refuerza vínculos entre los artesanos y las nuevas generaciones. También tienen su reflejo en la cultura de la Comarca madrileña de las Vegas, trascendiendo a toponimias o el cancionero popular.
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