El manantial de Santa Elena

La Reina Santa Elena fue madre del Emperador romano Constantino. Se la conoce tradicionalmente por su peregrinación a Tierra Santa para buscar y rescatar las reliquias de la Vera Cruz de Cristo.
En Fuentidueña nombrar Santa Elena es hablar de un manantial, uno de los muchos que había y que aún. No en vano los romanos nombraron a este pequeño paraje y núcleo urbano “Fonticulam” que significa fuentecillas.
Uno de estos manantiales el que abastece de aguas a la conocida y emblemática Fuente Salobre del lugar. Oculto por su canalización o encaño desde su nacimiento en las faldas del cerro del Castillo, se hace ver hoy en la fuente, de piedra desde 1865, que tiene el honor de dar origen al nombre a nuestro pueblo: «Fuente de la Dueña» y que es conocida por todos como Fuente Salobre. Este manantial y la Fuente serán objeto de otro escrito.
El otro, el Manantial de Santa Elena está algo más alejado del pueblo, a unos 2 km y en plena Cañada Real Soriana, paraje antaño conocido como Huerta del Tío Zacarías, en la finca El Capillo. En este Manantial el agua mana de la tierra brotando y gorgojeando formando un pequeño lago con salida al arroyo que discurre a pie de los cerros.
Hoy en día nos puede parecer que se ha conservado natural sin la intervención de la mano humana y sin edificaciones, pero no siempre fue así.
En las Relaciones Topográficas de Felipe II recogidas el 29 de noviembre de 1575 en Fuentidueña de Ocaña –entonces Fuentidueña llevaba este “apellido” y pertenecía a Toledo- y de la Orden de Santiago, dice que “reunidos en el Ayuntamiento, el escribano Luis Carrillo, Rodrigo Moreno y Juan de la Plaza, alcaldes ordinarios, y los regidores Juan Díaz y Alonso López para realizar las preguntas a Juan López «El Viejo» y Juan López «El Mozo» elegidos estos por ser de los vecinos más antiguos y conocedores de las cosas de la villa”, estos respondieron entre otras muchas a la pregunta 51, que se refería a las ermitas del lugar, diciendo:
«Que a media legua de dicha villa hay una ermita que se dice de Nuestra Señora de Alharilla de la otra parte del río Tajo y junto a dicha villa hay otro humilladero de la advocación de Nuestra Señora de la Concepción. Y camino de la villa de Valdaracete, a cuarto de media legua de la dicha villa de Fuentidueña está una ermita que antiguamente se ha dicho de Santa Elena. Junto a ella hay una fuente manantial, y no hay de ello más que los cimientos y señal del edificio, que parece ser antiguo».
No existen documentos anteriores, al menos que sepamos, de dicha Ermita de Santa Elena, pero podemos interpretar sobre su origen que fuera construida junto al manantial por estar en la Cañada Real Soriana, sirviendo este de abrevadero para el ganado y la Ermita para oración, refugio y descanso de los pastores, arrieros y peregrinos que frecuentaban dicha vía tan importante en tiempos pasados. Por otro lado, tampoco hay constancia si en algún momento fue parroquia de un pueblo anterior que se conservara tras su despoblamiento, como sucedió en lugares cercano como Ermita del Valle de San Pedro, Ermita de Santa María en Villarejo de Salvanes y otras.
En cualquier caso, lo que sí sabemos es que estas ermitas «en despoblado» pasaban a pertenecer a la Parroquia del término que asumía dicho despoblado, en caso de no tener cofradía. La parroquia estaba obligada, en este caso la de San Andrés Apóstol de Fuentidueña, a conservar y reparar desperfectos, que supervisaban los visitadores de la Orden de Santiago por estar en sus tierras y depender de ella.
Era costumbre que los descendientes de los antiguos pobladores celebraban romerías anuales el día de su titular, cogiendo notable fama y auge en algunos casos, siendo secundada por todos los habitantes de la población de «acogida». Muestra de ello por llegar hasta nuestros días es la Romería de la Virgen de la Paz, patrona del despoblado de El Villar, en Santa Cruz de la Zarza.
Por otro lado, si la ermita no era reparada y se arruinaba, los visitadores de la Orden de Santiago mandaban trasladar imágenes y objetos de culto a la Parroquia y aprovechar los materiales para el arreglo de otros edificios de culto en el pueblo. Esto fue lo que sucedió en Fuentidueña con la Ermita de Santa Elena, donde su imagen titular fue trasladada a la Parroquia de San Andrés Apóstol, apareciendo en los inventarios de nuestra iglesia, donde recibió culto en la Capilla Bautismal hasta 1936, en que fue destruida.
Pero aquel paraje no quedó en el olvido con la desaparición de la Ermita de Santa Elena. Con el paso de los años fue un lugar importante para el desarrollo «industrial» de Fuentidueña. Rodeado de cerros de esparto facilitó parte del proceso de transformación de dicho material. Alrededor del mencionado Manantial se excavaron pozas que servían para mojarlo y ablandarlo una vez recogido. En ellas reposaba cociéndose durante tres días para su posterior traslado a las eras del pueblo. Entonces se extendía para facilitar su secado. Una vez conseguidas las mejores condiciones se llevaba a la Espartería de Gabriel Manzano, situada hoy entre la calle Esparterías y Avda. Elena Soriano. En ella se realizaban todo tipo de manufacturas utilizando el esparto tan abundante en nuestro pueblo como materia prima. Se fabricaban todo tipo de aperos de labranza, para los animales y para las casas, alpargatas, esteras, sogas, recubrimientos para botellas y cacharras, estropajos y un largo etc.
Pero llegó el plástico y a principios de los ´60 terminó con la industria del esparto en Fuentidueña y en toda la Comarca.
El 18 de agosto figura en el calendario como Día de Santa Elena, buen momento para recordar una parte de su historia, que también es la nuestra. El Manantial siempre lleno de vida, nunca deja de manar y de alimentar con su hilito de agua nuestro arroyo por excelencia, el Arroyo del Valle, conocido popularmente como «El Charco», haciendo a su vez, más fuentidueñero aún, al río Tajo cuando a él llegan sus aguas.
Y si algún día vas «a andar» por la Huerta de Zacarías, acércate al Manantial y reza un padrenuestro a Santa Elena que tampoco está de más.