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Beato José Salvanés de San Jacinto, de Villarejo a Japón

José Salvanés de San Jacinto, un sacerdote dominico, llevó una vida de profundo servicio y dedicación, marcada por su compromiso con la fe cristiana y su labor misionera en Japón. Nacido en de Salvanés, , en 1580, su legado perdura a través de su beatificación y su de valentía en tiempos de persecución.

Desde una edad temprana, José Salvanés sintió el llamado a la vida religiosa y se unió al Convento de Santo Domingo de Ocaña en Toledo a los diecisiete años. Después de completar sus estudios filosóficos y teológicos en el Real Convento de San Pedro Mártir de Toledo, fue ordenado sacerdote. Sin embargo, lo que más lo motivaba era la idea de llevar el mensaje del Evangelio a Extremo Oriente, específicamente a Filipinas, China o Japón.

Su viaje a Extremo Oriente comenzó en 1605, pero se vio interrumpido por una enfermedad en México que lo mantuvo allí durante dos años. Finalmente, en 1607, pudo embarcar hacia Manila y, desde allí, se dirigió a Japón como misionero. Su labor misionera fue desafiante, pero se destacó por su dedicación en el aprendizaje del japonés y su habilidad para predicar el Evangelio en esta tierra lejana.

José Salvanés fundó iglesias en Kioto y Osaka y realizó correrías apostólicas en la región, apoyándose en personas influyentes y líderes locales. Sin embargo, la persecución anticristiana comenzó a intensificarse, lo que lo llevó a retirarse a Nagasaki. A pesar de los obstáculos y la hostilidad en su contra, siguió adelante con su labor misionera.

En 1614, cuando la persecución se intensificó aún más, José Salvanés se vio obligado a abandonar Kioto y, disfrazado de caballero español, regresó a la ciudad. A pesar de su valentía, la fortaleza de Osaka fue destruida durante la guerra, y él contrajo tuberculosis. Finalmente, en 1619, fue nombrado superior de la misión dominicana, pero su ya se había debilitado.

En agosto de 1621, fue capturado por los perseguidores y llevado a la cárcel. A pesar de su detención, siguió siendo un faro de esperanza para sus compañeros. Su martirio culminó el 10 de septiembre de 1622, cuando fue llevado al lugar de ejecución junto con otros reos. José Salvanés fue beatificado en 1867 y su fiesta se celebra el 10 de septiembre.

La vida del beato José Salvanés es un recordatorio de la valentía y el sacrificio de los misioneros que llevaron el mensaje del Evangelio a lejanos en momentos de persecución. Su legado perdura como un testimonio de fe y devoción, y su historia es una fuente de inspiración para todos los que buscan vivir su fe con determinación y coraje.

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