En Fuentidueña, la tarde noche de Todos los Santos tiene un aroma y sabor inconfundible: el de chocolate caliente y churros recién hechos. Tras la misa en el cementerio, en la que los vecinos honran a sus seres queridos, la tradición marca un dulce encuentro en las casas para compartir esta dulce tradición gastronómica.
Las largas colas frente a la churrería local son testigo de la unión de familias, amigos y vecinos que esperan su turno para llevarse bandejas y bolsas de churros y porras, para acompañar después en sus hogares con una taza de chocolate.
Décadas atrás, cuando el frío ya empezaba a azotar las casas del pueblo, esta costumbre tenía aún más sentido. El cálido chocolate y los churros recién hechos ofrecían el calor que el otoño negaba, y se convertían en el broche perfecto de una jornada de respeto por los que ya no están y unión de familias.