Reseñas históricas: 1854 – Magnífico parador

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En plena mitad del siglo XIX, cuando los caminos eran aún de tierra, los viajes por España se contaban en días y no en horas. La existencia de un parador en 1854 en una villa como Fuentidueña de Tajo, ubicada en una de las arterias que conectaban con el Levante, tenía una importancia vital para viajeros, comerciantes y correos. Así lo refleja un anuncio rescatado por la prensa de la época, que comunicaba el arrendamiento de un establecimiento ubicado en “la misma carretera de Valencia”:

“En la villa de , provincia de Madrid, partido judicial de Chinchón, se arrienda un magnífico parador situado en la misma carretera de Valencia. Las personas a quien pueda convenir se dirigirán para tratar de ajuste a don Alejo García Cuenca, en el expresado pueblo de Fuentidueña de Tajo”.

La referencia a la ubicación y la figura del intermediario local, don Alejo García Cuenca, nos sitúa en una España en transformación. Las infraestructuras comenzaban a mejorar lentamente, pero aún dependían en gran medida de la iniciativa privada, como la que suponía este tipo de negocios: los paradores.

imagen parador fuentidueña de tajo 1854

La función de los paradores en 1854

Antes de la creación de la red moderna de Paradores de Turismo en el siglo XX, el término “parador” se refería a todo tipo de casas de postas, ventas, mesones y hospedajes rurales que ofrecían comida, descanso y cambio de caballerías. Eran lugares esenciales para el viajero decimonónico. Durante el siglo XIX, muchos de estos establecimientos fueron privatizados, arrendados o pasaron de manos municipales a particulares emprendedores que veían en ellos una fuente de ingresos y prestigio.

En el caso del parador de Fuentidueña de Tajo, la nota de prensa no especifica el tamaño ni el número de habitaciones, pero el adjetivo “magnífico” indica que debía contar con unas instalaciones notables para su época. La localización en la ruta Madrid-Valencia le otorgaba un flujo constante de viajeros, lo que justificaba su explotación como negocio arrendado.

Estos paradores cumplían varias funciones simultáneas: eran casas de comidas, puntos de descanso, lugares de intercambio postal y, en ocasiones, incluso centros de información o reunión política. Para muchos pueblos, representaban el primer contacto del visitante con la localidad.

Fuentidueña de Tajo, un enclave estratégico

La villa de Fuentidueña de Tajo, perteneciente a la provincia de Madrid y en el partido judicial de Chinchón, tenía una situación privilegiada para albergar un parador. Situada a poco más de 60 kilómetros de la capital, su ubicación sobre la carretera de Valencia le confería un papel protagonista en las rutas que unían el centro con el Levante español. Por sus calles pasaban carretas, diligencias, caballerías y todo tipo de viajeros, que necesitaban hacer una parada técnica antes de continuar su trayecto.

Además, Fuentidueña contaba con historia y patrimonio, como su castillo del siglo XII o la iglesia de , lo que convertía al pueblo en un punto de atracción más allá de su función logística. No es de extrañar que existiera un parador en una ubicación que, con el tiempo, se transformaría en la actual Avenida de Elena Soriano.

Alejo García Cuenca y los gestores locales

El nombre de don Alejo García Cuenca aparece como la persona de contacto para tratar el arrendamiento del parador. Esto nos da una pista sobre la estructura económica local de la época. La gestión de este tipo de establecimientos requería personas con cierta solvencia y conocimientos en administración, además de contactos tanto con los propietarios del inmueble como con posibles inquilinos.

Los arrendadores de paradores solían ser figuras bien conectadas en el entorno municipal, a menudo ligados a la política local o con vínculos familiares con las antiguas élites agrarias. También era frecuente que estos negocios fueran gestionados por familias enteras, que trabajaban en cocina, limpieza y atención al viajero.

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