Fuente: https://eldiadigital.es/art/451638/sobre-el-castrum-de-fuentiduena-de-tajo
Recuperamos este articulo publicado por el arqueólogo Michel Muñoz para el medio EL DÍA DIGITAL donde opina y da datos sobre la historia de la fortaleza de Fuentidueña.
MICHEL MUÑOZ – LAS COSAS DEL MURALLÓLOGO
Queridos lectores, cuando van camino de Madrid con la Autovía A 3, procedentes de Cuenca o Valencia y pasan las áreas de servicio que hay después Tarancón, no sí a ustedes les sigue sobrecogiendo los restos del castillo de Fuentidueña, especialmente cuando cruza la carretera debajo de él. Indaguemos un poco en su Historia que no deja de ser la nuestra. Alfonso VII el Emperador fue rey que conservó unidos los reinos de Castilla y León, a pesar de que su padrastro Alfonso I el Batallador de Aragón, aparte de no tener las mejores relaciones maritales con la reina Urraca I – apodada la temeraria -, tampoco trató con especial cariño a estas tierras. La seguridad del Tajo al Sur de Madrid y Alcalá había dependido de las fortalezas de Alarilla y Oreja hasta que se alejó el peligro musulmán. Pero cuando todavía no era tan remoto, se hizo cargo de ellas y las incorporó a su señorío la propia Orden Militar de Santiago al poco de su nacimiento en 1171. Ninguna de las dos plazas auguraba un gran futuro: Oreja fue desplazada en gran parte por Ocaña, y en algunos aspectos por Aranjuez, mientras Alarilla lo sería por Fuentidueña e incluso por Uclés.
La fortaleza de Alarilla dominaba un vado del Tajo muy transitado, y contaba, además, con las explotaciones salineras de Belinchón, situadas a unos km al sur, se organizó el cobro de un portazgo muy lucrativo a pesar de la competencia que planteaba la Orden Militar de Calatrava, más al este el vado de Zorita – Almoguera. Sin embargo, los intentos de repoblación de Alarilla fracasaron, la plaza decayó definitivamente a partir de 1233, y sus funciones pasaron a desempeñarse en Fuentidueña que junto con Estremera, había pertenecido primero a la sede episcopal toledana, hasta que pasaron a la Orden de Santiago. La población de Fuentidueña comenzó a fines del S. XII, incluso dispuso de un feria hasta que Fernando III la suprimió en el año 1234. pero el impulso principal data de 1328, cuando el maestre Rodríguez otorgó una carta Puebla que incluía Fuero, un nuevo privilegio de mercado y preveía la instalación de hasta 60 vecinos.
El conjunto fortificado actual se alza sobre un escarpe, que dibuja profundos acantilados en la ladera que mira a la población actual, y un foso excavado en roca en la que da al otro lado. Este constituyó el primer asentamiento de los caballeros santiaguistas a finales del S. XII, en opinión de Luis María Carrero. Un documento de la Orden de 1238 menciona que en la zona, en litigio con Toledo, los santiaguistas “construyeron cierto castrum, llamado castrum de Santiago”. La extensión de este “castrum” o castro corresponde a todo el recinto amurallado en tapial que se puede contemplar en el actual cerro. La tipología de esta forma de asentamiento medieval podemos definirlo en los siglos plenomedievales, como una extensión fortificada menor a medio camino entre el castillo (castellum) propiamente dicho, y la villa o puebla de repoblación totalmente amurallada. Biclaro, Idacio y Orosio utilizan el término con su acepción clásica de campamento militar. Sin embargo, la Crónica de Lucas de Tuy (Chronicum Mundi) distingue entre castrum, castellum y oppidum.
Por supuesto, el castrum también está defendida de una cerca, y acoge población en su interior. Castrum fue en origen la encomienda templaria de Ponferrada que conforma el actual castillo; en su interior, las excavaciones arqueológicas de Manuel Retuerce y Miguel Ángel Hervás revelaron que se disponían pallozas como viviendas. Si usted no es de la Montañana leonesa le aclaro que palloza es esta choza con forma circular y cubierta de madera, muy semejante a las unidades domésticas celtas en la actual Galicia. No obstante, las de Ponferrada son claramente plenomedievales. En Fuentidueña se conservan además los restos de una parroquia interior de tradición románica con un ábside semicircular y muros en mampostería. Es de constatar que el recinto fortificado no constituye el único área urbanizable del lugar, pues extramuros se suelen ubicar arrabales, que más adelante servirán para justificar su ascensión a la categoría de villa. Como hemos visto, ello le llegaría a la propia Fuentidueña en 1328 con la acción el maestre Rodríguez.
La Encomienda Mayor de Castilla que comprendía Villarejo, Fuentidueña y Estremera estuvo en poder de los Manrique, condes de Osorno, en tiempos de Juan II y Enrique IV, y a ellos se debe la construcción de las fortalezas de Villarejo y Fuentidueña: de esta última tenemos un Libro de Visitas de la Orden de Santiago que fue alzada siendo administrador del maestrazgo el propio Enrique IV: que sy maestro oviera, entiendo que no la consintiera haser, que los maestres que antiguamente a los comendadores mayores heredaron el llano, bien sopieron lo que hisieron.
El castillo se levantó en el interior del recinto castral, combinando tapial, mampostería y ladrillos. Dispone de torre de homenaje flanqueado por escaraguaitas – lo que usted querido lector entendería por garita -, está separada de la población mediante un foso interior. A su exterior se dispuso una barrera artillera de la cual se conserva un cubo circular construido en mampuesto. Posiblemente este dispositivo es producto de años posteriores al monarca castellano Enrique IV. Villarejo y Fuentidueña dispusieron de artillería: la primera tenía dos lombardas gruesas, un trueno y una serpentina en 1508, mientras la segunda dos truenos y una serpentina. Se preguntarán a que piezas concretas corresponden estos términos y esto es difícil de responder, puesto que la producción de piezas artilleras en la Baja Edad Media tenía un carácter más artesanal que industrial, teniendo los maestros bombarderos más oficio que teoría. De ahí, que lo que para uno era una pieza ligera podría ser otra cosa para otro. En general lombarda la traducimos generalmente por bombarda, que se refiere a piezas de caña y servidor con gran calibre. Pero de esto, otro día les hablaré. Ahora me gustaría aconsejarles la visita al castillo de Fuentidueña, a pesar de que no se cumplen las mejores condiciones para ello. No está puesto en valor y es mejor hacerlo en temporada seca por el estado de los caminos. Aunque se han hecho obras de consolidación, quizá la Comunidad Autónoma y el Ayuntamiento de allí deberían ser más consciente que una de las puertas más monumentales a Madrid no debería tener un aspecto tan abandonado.
Feliz Semana.
Comments are closed.