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Miguel Sanz, caminante no hay camino

Por Pedro A. Mora

El hace cada día su ruta, nada le impide su andar por la Cañada Sur hasta la Cruz del Serranero, a los Hilillos pasando por el Olivar donde tantos recuerdos le vienen vividos con su abuelo Regino. Cañada Norte, Puente de la Toma, la Huerta Sta. Elena, Junta de los Valles, Fuentesaúco. Al siguiente el Campetón y otro día La Vega de Abajo, pasando por el Soto Parral, donde de niño preparaba con su hermano Paco la leña para el horno. También le viene a la memoria cuando con una borrica recogía la leche en las fincas de Fuentesauco y Arenales para elaborar el queso; Vicente González.

Mientras camina repasa su vida, la historia vivida en el “lugar”; recuerda a su abuela Josefa “La Panadera” organizando con su tío Cayetano la leña para calentar el horno, poner el agua y harina en la amasadora; recuerda (una especie de olla rotante con aspas) tirada por una borrica girando horas y horas como una noria hasta que la masa del pan tenía la textura adecuada para hornear el pan. En un tiempo la panadería la regento su tío Cayetano con Germán, un socio de Santa Cruz, después se independizó poniendo otro horno. No obstante el antiguo horno continuó como negocio familiar al frente estaba Jerónima, su madre. Además del pan se horneaban hornazos y asados de particulares.

Miguel empezó a trabajar muy niño primero cortando leña para el horno en la viña y en el olivar con el abuelo Regino. Con diez años se enroló de “peón de cascotillo” en la construcción con el tío Cirilo, primera categoría de la albañilería, después de amasador y más tarde de oficial en la cuadrilla de Ciri, siempre a las órdenes del tío Cirilo que era el maestro albañil. El proyectista de las obras que construían las realizaba el tío Higinio, hermano del maestro. Recuerda las construcciones que servían de referencia y que están reflejadas como ejemplo en las NNSS del Municipio como Edificios Catalogados como “Protegidos”.

Llegado este punto Miguel hace repaso de los profesionales locales de la construcción de la que fue, de la que ha sido su profesión: el tío Pedro Muñoz y su hijo Segundo y todos los que se formaron bajo la tutela de los que llegaron de Torrubia del Campo: Antonio Arguelles, Pedro Zafra, Alberto Cabezas, Félix Toba, Luis Muñoz… Recuerda las últimas construcciones de piedra y yeso, la de Constan y la de Pedro Rojo. Después ya llego el cemento y el ladrillo y las edificaciones más modernas. En llevaron a cabo la construcción de tres y una quesería. Y los recuerdos le traen los ladrillos y tapiales de barro y tierra prensada de otros tiempos.

Miguel formó empresa con su hermano Paco y fueron los artífices, entre otras, del Bar-Restaurante Miralrio. Más tarde formó FUENTAJO, su propia empresa familiar junto a su hijo Miguelito, donde figuraba de presidenta de la sociedad Matilde, su esposa. Después se dedicó a hacer “chapuzas” -obras de reformas-. Su grave accidente al caerse de una altura de más de 5 m le tuvo de baja bastante tiempo. Lo contaron en La Fuente de la Dueña, me dice. “Cuando me recuperé ya solo me dediqué a realizar pequeñas obras, trabajos de menor envergadura, y nunca faltaba cosas que hacer”, continúa diciendo.

Miguel es un libro abierto sobre la historia popular reciente de Fuentidueña. Comenta, aunque no es un apasionado, sobre las , el baile, los toros.

Recuerda cuando se escapó un toro y vio de cerca como el sargento Victoriano le avatió con varios tiros de pistola; habla del futbol recordando los interminables partidos en la era y los esperados “pueblos contra pueblos”. Y de seguido le viene aquel que jugaron en donde ganaron por goleada. Relata la aventura de Juliete que vino desde Colmenar en bicicleta para jugar el partido. Y se emociona recuerdando los partidillos que jugaban con los Jugadores del Valencia CF. Los famosos Puchades, Pasieguito, Quincoces, Eizaguirre, Badenes… cuando paraban a comer en el bar de José Víctor. Tiene anécdotas de todo género, también de política… “Bueno, de eso mejor no hablar. ¿Para qué? Mejor hablamos de diversión, dice, de aquellas películas en el salón del baile, las del cine Paris de Villarejo, donde la tía Jodel repartía escobazos a los muchachos. ¡Qué tiempos! A su edad recuerda los baños en el río y reconoce no saber nadar.

“Un día casi me ahogo”, me dice. La peonza, péndola cajillas, bolas y otros juegos en la Plaza. Y la “espera” de los jóvenes en la esquina para ver pasar “las mozas” en la llamada “Ronda de la Leche”.

Miguel es un andarín de la vida, ha realizado 11 Caminos de Santiago, el Francés, el de Sarria, el Portugués, el Primitivo desde Oviedo, “uno de los mas bonitos”, dice. Por caminos de tierra, de asfalto, tramos en tren y en barco para cruzar al otro lado del camino. Un experto santiaguista. Los ha realizado con sus hijos, con amigos y solo “y sin miedo”. Hizo la “mili” en Regulares de Sidi Ifni –África- y se acuerda de sus largas marchas por el desierto,

Cada día se levanta para hacer su larga caminata de 10, 12 o 20 Kms. En la Calle Mayor le espera Matilde con la mesa puesta y así cada día desde que se jubiló, hace ya algunos años.

Miguel es un hombre curtido por la vida, un profesional, un jubilado, un honrado ciudadano abierto al dialogo. Un ejemplo.

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