Tradiciones populares de ‘antaño’ en San Antón y San Martín

Una de ellas de tradición familiar en los años ´40, ´50 incluso de los ´60.
Pasados unos días de Navidad llegaba a nuestro pueblo el gorrinero, que venía desde Extremadura con su piara, recorriendo barrios y calles. Se quedaba en la plaza junto al árbol de cerca de la fonda de las Posaderas donde se hospedaba unos días ofreciendo sus cochinillos a los vecinos que deseaban adquirir alguno para criarle. Allí elegían, regateando el precio y en algunas ocasiones negociando las condiciones, porque no siempre se liquidaba el precio de la operación en el mismo acto. En este caso se daba una señal y se pactaba cuando cobrar el resto de lo acordado hasta la matanza.
Los primeros días se le criaba con biberón pasando a hacerles un amasado con salvado. Más tarde se le suministraba cebada, maíz y los restos de comida del día. Así hasta la fecha de la matanza…y “Por mata tu res” o “A cada Gorrino la llega su San Martin”.
Llegado el momento se acordaba el día D a la hora H, con el “matachín”. En los días previos el dueño del animal había adquirido todos los componentes: cebollas para las morcillas, tripas para los chorizos, pimentón dulce y picante, orégano, cominos, clavo, …El ama de casa organizaba todos los preparativos y faenas de cocina con las mujeres mientras el marido se encargaba de avisar a los hombres, unas y otros cercanos de la familia.
Al amanecer llegaba el momento de la faena. Entre todos sacaban al cerdo de la corte y le subían a la mesa donde le extraían la sangre que envolvía la mondonguera en el barreño con la cebolla cocida del dia anterior para las morcillas. A continuación, se quemaban los pelos del animal con esparto, limpiándole con agua caliente. Se colgaba del palo con una cuerda boca abajo y se le abría para extraerle las vísceras. El intestino grueso, una vez limpio, servía para las morcillas y el delgado, para embutir los chorizos. Cuando se extraía la vejiga se inflaba de aire con una caña para entregársela a los niños para jugar con ella.
Era necesario llevar muestras de las distintas vísceras al veterinario para que realizara los análisis correspondientes. Una vez obtenido el certificado de que estaba en condiciones óptimas para el consumo se freían las “tajadas” y se hacían las gachas para el almuerzo de toda la cuadrilla. para la cena a la que acudían todos los que habían participado en el acto. No dejaba de ser un día de fiesta familiar y vecinal. Incluso era costumbre repartir el llamado “presente” entre familiares.
Otra tradición de aquel tiempo se celebraba el 17 de enero. Día de San Antón, patrón de los animales. El cura los bendecía a todos en la puerta de la iglesia. Primero el “Gorrino del Santo”, soltándole a continuación por las calles del pueblo. A este gorrino se le soltaba por las calles del pueblo y era alimentado por lo que los vecin@s le dejaban en la puerta hasta el 11 de noviembre, Día de San Martín, día en el que se rifaba entre los que habían adquirido papeletas. De ahí el dicho de “A cada Gorrino la llega su San Martin”. El beneficio iba a las arcas de la parroquia.
Día grande porque hasta la Plaza de la Iglesia llegaban toda clase de animales de compañía. Los jornaleros agrícolas engalanaban los suyos con los mejores aparejos, los mozos y mayorales con las mulas recién esquilada; brillantes llegaban ceremoniosos descubriéndose para recibir los “guisopazos” de agua bendita que les ofrecía el cura. Tres el acto los más jóvenes volvían a pasar con las mulas y caballos al galope para lucirse ante las mozas. Terminaba el día con la merienda-cena de queso y chorizo regados con el vino de pitarra y los fandangos de los más atrevidos en las tabernas del lugar.
Se seguía con la faena hasta el anochecer que venía el “matarife” para despedazar el cerdo separando cabeza, lomos, tocino, brazuelos y perniles… Previamente en la lumbre se había colocado el puchero de judías y “tropezones”