Amapola superviviente

El día que ella tomó contacto con la oscuridad su mente se convirtió en un hábitat sin salidas. Cuando el único punto de referencia que le quedaba sufrió la definitiva metamorfosis, ya no existió más. Desapareció antes de morir. Las células de su cuerpo, al unísono, se congregaron para que dejara de sufrir.
Esta es la historia de una más. Cuál amapola sujeta a la tierra mientras se cimbrea por el viento.
Hubo un tiempo que creyó sería feliz con él. Convencida de ser amada, formó un hogar. Se equivocó porque su condición de mujer no bastó. Él era el rey pero ella no reinaría. Y después, cuando empequeñecía poco a poco a base de palabras envenenadas que la dejaban sin habla, el desamor se enfrentó al turbio aliento del fracaso. Pero no se rindió.
Aquel hogar era el suyo. Lo creó. Lo vistió. Lo cuidó y lo mimó, igual que a él. Él que se adueñó del olor y del sabor, del día y de la noche, le robó la cordura y no quiso devolvérsela. Él, que tiñó de negro toda la ropa para recrear más sombras. No le dejó elección. Ella no quiso elegir, y tomó una decisión. Cerró ventanas, atrancó puertas, se tumbó en la cama y le dejó fuera. Para nunca rendirse.